Hace unos años el editor de la revista online Edge, preguntó a varios científicos cuál era su «ecuación favorita». Daniel Kahneman, premio nobel de economía, dio esta:

Éxito = Talento + suerte.

Gran éxito = Un poco más de talento + un cúmulo de suerte.

Olvidó Kahneman otras ecuaciones no menos importantes, como la ecuación del fracaso, que podríamos, a su vez, resumir en otras fórmulas:

Fracaso = Talento + mala suerte

Gran Fracaso = Talento/ausencia de talento + un cúmulo de mala suerte.

No es menos conocida su opinión acerca de la altísima tasa de error de las predicciones de los expertos, citando a otro personaje de relevancia, como Nassim Taleb que señala que “la ilusión de que entendemos el pasado fomenta el exceso de confianza en nuestra capacidad para predecir el futuro.” Cosa en consecuencia, difícil, muy difícil de predecir.

Viene, todo esto, a cuento de la respuesta que deba dársele a un cliente cuando nos consulta la probabilidad de ganar un caso. Y mientras que los sistemas predictivos que el business inteligence ya va anunciando, no se desarrollen más, cosa que ocurrirá en muy pocos años, poca seguridad podremos darle a ese cliente.

Yo no daría otra respuesta que no fuera la del 50%, que sería algo así como decirle que igual lo gana o igual lo pierde. Pero dudo que esa respuesta fuera a ser aceptada por nuestro cliente, que consideraría, más bien, que esquivamos la cuestión como si fuéramos oriundos de Galicia.

Tras veinticinco años de ejercicio he llegado a la conclusión, y vuelvo al inicio de este artículo, de que para ganar un litigo frente a un contrario, el elemento que mayor influencia tiene es la suerte, por encima del talento. Lo que no quiere decir que sin talento se gane un proceso, pero sí que la suerte juega un papel más importante si cabe, cosa que, quizás la sabiduría popular ya sepa y haya plasmado en refranes por todos conocidos, pero que el cliente y muchos abogados se empeñan en olvidar.

Dicho esto, mal haría el que lea este comentario si con ello se despreocupara del resultado del proceso porque –según el artículo- el mismo no dependería de él. O dicho de otra forma, si todo depende de la suerte, ¿qué crédito merezco por la victoria o qué reproche por la derrota? Y ahí está el error, porque la suerte es un factor más «influible» de lo que se suele pensar.

En otras palabras, además de talento ¿podemos trabajar para tener buena suerte? La respuesta es sí. Ahí van varias ideas para el abogado con talento que quiera tener suerte para ganar litigios.

Lo primero es saber que esto es así, o sea que este factor existe, cosa que la mente humana se resiste a aceptar. Lo contrario te llevaría al desánimo ante el primer revés motivado por esa ausencia de suerte.Diríamos ¿cómo he podido perder este asunto con lo bien que lo he hecho?

La segunda consiste en apostar por aquellas opciones que tengan más probabilidades de éxito. Ya se. Hemos dicho que el futuro es impredecible, pero no hablo de certezas de éxito sino de probabilidades de éxito. No te vayas a opciones descabelladas o difíciles de imaginar. Para esto es bueno no tomar la primera idea que se te cruza por la mente. Dale más de una vuelta y reflexiona sobre probabilidades con tu propia experiencia (aunque esté sesgada), si no tienes a mano herramientas para calcularlas, que como decía, estarán a tu disposición en pocos años.Frente al rigor de una decisión tomada por una máquina con millones de datos, aún te queda tu intuición nutrida de tu experiencia acumulada, pero no te quedes con la primera idea. Dale más de una vuelta y contrástala con otras experiencias similares.

La más importante es la tercera: No apuestes todo a un solo argumento, ten varios posibilidades. Intenta acudir a opciones que te permitan una escala de estimaciones subsidiarias. El individuo que jugó cien veces a la lotería tiene pocas posibilidades de que le toque el premio gordo, si tenemos en cuenta la cantidad de números que optan a ese premio (lo sabemos bien los que no compramos lotería). Pero el que solo jugó una vez, tiene bastantes menos posibilidades. O el que considera que sus posibilidades son muy escasas y desiste de plantear ninguna acción, desde luego jamás ganará nada.

Termino esta reflexión llamando la atención de esos abogados “ganadores” que consideran que son más “inteligentes” o tener más talento que todos sus colegas cuando llega esa notificación de la sentencia ganada, un viernes al mediodía, ya a punto de salir de la oficina.

No, no te vengas arriba. Le aplicaste talento, sin duda, pero es probable que el otro colega también lo hiciera, y quizás hasta más que tu. Párate a pensar que tu suerte te sonrió o quizá, en que, como digo, la clave esté simplemente en cómo la buscaste.

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